Es durante el recreo cuando los niños entran en contacto con diversas expresiones artísticas: escuchan música, observan la arquitectura urbana, la pintura, la literatura, entre otras muchas formas en que puede manifestarse.
Ya sea en la escuela, en casa o en otros espacios, los niños hacen constantes descubrimientos. Jugar e imaginar son formas de construir la realidad y también de hablar de ella. Porque la interacción de los niños con el mundo se produce a menudo de forma lúdica, en un intento de contar la realidad.
El juego y la elaboración de la realidad
¿Recuerdas cuando jugabas de pequeño? Un rollo de papel se convertía en un potente telescopio, una caja en un cohete o incluso tenía el poder de transportarte a otro universo. Jugando, los niños crean sus propias narrativas y construyen sus propios espacios.
La imaginación es un espacio de autonomía. Desde ella, es posible pensar en la vida y en las posibilidades de vivir, sean realizables o no. La fantasía acompaña a los niños en sus experiencias cotidianas y así experimentan lo nuevo. Receptiva a las novedades, la imaginación es también una dimensión en la que los niños vislumbran cosas nuevas y esbozan futuros posibles.
Por eso, los niños imaginativos necesitan contar historias sobre su realidad. A través del juego, transforman elementos simples en una actividad importante y, a partir de ahí, especulan sobre el mundo.
Como tal, el arte ocupa un lugar especial en esta relación entre los niños y el mundo, ya que les da la oportunidad de hablar de sí mismos. A través de dibujos, pinturas y representaciones, los niños construyen constantemente su realidad y experimentan con ella.